
Si yo no fuese de la costa, al escuchar la palabra Palenque, tal vez, pensaría que es un rimero de palos para fogón, y no estaría tan perdida, Palenque de San Basilio es candela y fuego que no cesa, que ha luchado y lucha por su esencia.
Si no me sintiera negra, aunque mi apariencia es un tanto clara, posiblemente no me interesara descubrir ese mundo de misticismo y pasión; estar rodeada desde la infancia de la piel color carbón, de la cultura negra, aclamadora y luchadora, han motivado a reconocerme como parte de ese mundo de fuego candente.
San Basilio de Palenque poblado de cimarrones nacido en medio de las selvas de los Montes de María, con lucha de libertad en el siglo XVII al mando del legendario héroe Benkos Biohó, un luchador incesante que lideró todas las batallas en busca de la libertad y se convirtió en una figura esencial en la estructura cosmogónica de Palenque, logrando convertirlo en el primer pueblo libre de América con asentamiento de esclavos africanos. Proveniente de etnias africanas que llegaron a Cartagena esclavas de la corona española, los que pertenecían a pueblos del continente africano, entre ellos los Bantú, los Yurabas, los Arará, los Fofofó, los Mandingues, los Ashantis, que trajeron consigo solo sus costumbres, tradiciones y la antología de su memoria, que en nuevas tierras en medio de las condiciones a las que tuvieron que adaptarse surgió una resignificacion de lo africano, con nueva esencia, un entrelazamiento de cada particularidad de estos pueblos.

Palenque de San Basilio, con la única lengua criolla con base léxica española en el continente americano, donde su cosmogonía se mantiene de modo unánime y perenne a lo largo del tiempo, a ritmo de un danzar entre la vida y la muerte, entre el día y la noche como mitades análogas, que representan ese espacio de mitificación de la vida misma, movidos por la música como motor y fuente de conexión con el mas allá. Presentadas en su máxima expresión a través de la ceremonia del lumbalú de carácter fúnebre y ritual, impulsada desde los tiempos de formación del pueblo por la mítica María Lucrecia y la imagen trascendente de Catalina Luango, “Mujer Cimarrona, constituida en un personaje mitológico, cuenta la tradición oral que era una mujer luchadora y protectora de la población. Su obra humanitaria la dedicó a curar los prisioneros africanos. Después de su muerte, comenzó a aparecer en la laguna del Palenque, siendo idolatrada por los palenqueros”
Catalina Luango se ha convertido también en fuente de inspiración para muchas de las historias orales. Mediadora de la comunicación de los habitantes con sus familiares muertos, sus ancestros y sus antepasados; donde se evoca y se le rinde culto a la persona muerta rememorando sus orígenes africanos, el Lumbalú es la cosmovisión de los palenqueros, es la unidad de todo dentro de esta cultura, es la mejor evidencia de su memoria en el que se reúne la música, el baile, la vida y la muerte, donde las palmas, los toques del tambor, con ritmos y melodías especiales inician el canto-lloro que se alza entre voces, recitales y golpes rítmicos por la mujer Palenquera, que a la vez danza a pasos menudos alrededor del cadáver, con fuerza simbólica proyectado con sus brazos en el cuerpo.
La mujer Palenquera es de fuerza contundente y representa un papel primordial en esta cultura, su manifestación está intrínseca en el lugar primordial que ocupan en lo mágico del pueblo, desde el liderazgo de los rituales y la realización del comercio de lo que los hombres cultivan como naturaleza del sostén de la familia, el mercado para la mujer de Palenque es espacio de pasión, embrujo, brebajes y ventas, cargadas de un misticismo envueltos en el pregonar de sus recorridos.
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